En el estado del odio, las mujeres son más peligrosas que los hombres, tanto porque no detiene su hostilidad, una vez que se ha despertado, ningún escrúpulo de equidad, sino que dejan tranquilamente crecer su odio hasta las últimas consecuencias, en cuanto por que se han ejercitado en encontrar los puntos vulnerables (que todo hombre presenta en todas partes) para dirijir allí sus golpes (les sirve admirablemente a este objeto su espíritu, aguzado a manera de puñal), mientras que los hombres, retrocediendo al aspecto de las heridas, se hacen a menudo magnánimos y misericordiosos.
"Las mujeres en el odio"
Nietzsche - Humano, demasiado humano
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