martes, febrero 10, 2004

HIMNO

A la muy querida, a la muy bella
que llena mi corazón de claridad,
al ángel, al ídolo inmortal,
¡salud en la inmortalidad!

Ella se extiende en mi vida
como un aire impregnado de sal,
y en mi alma no saciada
derrama el sabor de lo eterno.

Saquito siempre fresco que perfuma
la atmósfera de un reducto querido,
incensario olvidado que echa humo
en secreto a través de la noche,

¿cómo , amor incorruptible,
definirte con verdad?,
¡grano de almizcle que yaces, invisible,
en el fondo de mi eternidad!

A la muy buena, a la muy bella,
que constituye mi alegría y mi salud,
al ángel, al ídolo inmortal,
¡salud en la inmortalidad!

Charles Baudelaire