jueves, agosto 12, 2004

Mauricio (4a parte, por Marina Civaj)

Como a los quince días me enteré por la madre de Bego que Morris se había cortado las venas en uno de los baños de Una Luz de Esperanza. La noticia conmocionó a toda la prepa del Williams y de un día para otro me vi en medio de una multitud que preguntaba por él:

- Porque tú fuiste el último de la banda que lo vio vivo, ¿no, güey?

A partir de ese momento me convertí en el amigo de una leyenda que yo me encargué de hacer más grande de lo que en realidad fue. Conté infinidad de veces que Mauricio Lavender Jr. era el mejor de los tipos, el más rebelde y cabrón de toda la secundaria y la prepa, y que yo había sido su incondicional.

A los pocos días, la fama de Morris quedó sustituida por la novedad: Henry Arióstegui, un "botado" del Alemán y el perfecto sucesor del que en secundaria fuera el más popular. Y por extraño que suene, mi puesto de escudero oficial preservó porque Henry, en cuanto supo la historia de Morris, me buscó para convertirme en su inseparable compañero.

A veces creo que el suicidio fue la mejor desición que Morris tomó en su corta vida, sin importar que sus últimos meses los hubiera pasado en Una Luz de Esperanza. Sin embargo, una de las notas que recibí me hace pensar que Mauricio Lavender Jr. sigue perdido en al sierra de Puebla, ahogado en el azul del horizonte.

Mi hermano:

Gracias por la visita, necesitaba hablar contigo. Cuídate mucho y dile a la Bego que no hay pedo por lo de El Mayuli, que siempre me voy a acordar de ella.

Morris.

PD: Por cierto, también en el bosque te puedes ahogar.

Marina Civaj
Abril de 2004